La vida cotidiana de los judíos bajo el Imperio Otomano

Ago 10, 2024 | Uncategorized

Entrevista a la investigadora Martina Bitunjac, del Centro Moses Mendelssohn de Estudios Judíos de la Universidad de Potsdam, Alemania

Muchas gracias, Martina por hablar con nosotros. Nos gustaría empezar preguntándole por su biografía, trayectoria académica e intereses de investigación.

Martina Bitunjac.- Tras completar mis estudios en la Universidad Humboldt de Berlín en las especialidades de Historia Moderna, Historia Antigua y Arqueología Clásica, me doctoré en La Sapienza de Roma y en la Universidad Humboldt con una tesis sobre «Las mujeres en el movimiento fascista croata». Actualmente enseño en el Instituto de Historia de la Universidad de Potsdam y trabajo como investigadora académica en el Centro Moses Mendelssohn de Estudios Europeos-Judíos, donde soy redactora jefe de la «Revista de Estudios Religiosos y Culturales/Zeitschrift für Religions- und Geistesgeschichte». Mis principales áreas de investigación son la historia judía en los Balcanes, el Holocausto y la colaboración y resistencia en la Segunda Guerra Mundial. Actualmente me estoy centrando en los niños y adolescentes en el Holocausto.  

Como mencionas, eres parte del Moses Mendelssohn Zentrum für europäisch-jüdische Studien/Moses Mendelssohn Center for European-Jewish Studies, háblanos un poco de él, de sus objetivos y líneas de investigación.

El Moses Mendelssohn Center for European-Jewish Studies es un instituto afiliado a la Universidad de Potsdam. Fundado hace más de 30 años, los intereses de investigación del Centro incluyen la historia, la religión y la cultura de los judíos en Europa desde principios de la Edad Moderna hasta nuestros días. Abordamos diferentes aspectos interdisciplinares de la vida judía, en particular en las zonas de habla alemana, pero también examinamos el antisemitismo y el extremismo de derechas en Alemania y Brandeburgo. Un aspecto central de nuestro trabajo es la transferencia social y educativa de conocimientos sobre la historia judía. Nuestro instituto también cuenta con una amplia biblioteca especializada, que está abierta a estudiantes, académicos y personas interesadas.  

Tienes un currículum muy interesante porque tus líneas de investigación son diversas. Nos interesó mucho el libro que publicaste en alemán titulado «Jüdische Lebenswelten im Osmanischen Reich» (La vida judía en el Imperio Otomano) y nos gustaría centrarnos en él. ¿Qué te motivó a editar y recopilar este libro?

Me interesan especialmente los aspectos dinámicos de la coexistencia interreligiosa en el multiétnico Imperio Otomano.

Por un lado, el Imperio estaba plagado de conflictos; por otro, existía una convivencia basada en el intercambio cultural, social y económico propiciado por la comparativamente generosa política otomana de refugiados. Si se echa un vistazo a la compleja y a veces contradictoria tradición política actual de los refugiados en todo el mundo, cabe suponer que ya entonces no era un hecho que el Imperio Otomano acogiera a cientos de miles de refugiados judíos que buscaban seguridad huyendo de la Inquisición española. 

Acontecimientos históricos, como la Conferencia de Évian de 1938, han demostrado a qué consecuencias puede conducir la falta de ayuda a los refugiados. También me parecieron inspiradoras las conocidas historias de rescate locales, a veces incluso romantizadas, como la historia del origen de Purim en Sarajevo, que puso en el centro la tolerancia, el humanismo y la solidaridad con la minoría judía y fomentó el diálogo interreligioso. Sin embargo, estos relatos son sólo una parte de la historia, ya que los judíos del Imperio Otomano también sufrieron el antisemitismo, los pogromos, las guerras y los procesos de construcción nacional de los que, a su vez, tuvieron que defenderse y redefinirse constantemente.  

Háblanos un poco de los artículos que componen el libro y cuáles son los hilos conductores de esta publicación interdisciplinar.

El libro consta de dieciséis ensayos interdisciplinarios que tratan de la vida judía en diferentes regiones y provincias del Imperio Otomano, desde los Balcanes otomanos hasta Egipto y Siria. Además de los análisis específicos de cada país, el volumen está dedicado a individuos judíos que viajaron a la Turquía otomana desde Berlín y Múnich y registraron en textos autobiográficos (egodocumentos, en la literatura especializada, que proveen información sobre actores individuales y su inserción en circunstancias históricas) sus impresiones sobre el judaísmo otomano, el zeitgeist e incluso el genocidio armenio. También se incluyen en el libro biografías personales de personajes como la empresaria Gracia Nasí y el falso mesías Shabetai Zvi en el contexto de la historia de los acontecimientos.

Además, el libro describe multitud de perspectivas e identidades judías, sobre todo en relación con las guerras de independencia de Grecia, Bulgaria y Serbia, que estuvieron unidas por crisis y conflictos. También se abordan aspectos económicos, como el comercio, que tuvo lugar tanto por mar como por tierra, y en el que los judíos desempeñaron un papel importante. De este modo, se presentan perspectivas tanto microhistóricas como macrohistóricas de la vida judía, que en su diversidad osciló entre la aceptación y el rechazo por parte de las sociedades mayoritarias musulmana y cristiana. El tema ha sido raramente abordado en la historiografía en lengua alemana, por lo que el libro va dirigido no sólo a académicos, sino también a estudiantes y a cualquier persona interesada en profundizar en el tema.

Mujeres judías de Salónica

El judaísmo sefardí se asocia a menudo con el Imperio Otomano pero, en realidad, la vida judía otomana era muy diversa, con comunidades procedentes de diversas partes del mundo. Háblanos de ello y explícanos un poco el proceso de «sefardización» de la vida judía otomana.

En el multiétnico Imperio Otomano no sólo había sefardíes, sino también judíos asquenazíes, aunque en minoría, que habían huido al Imperio Otomano para escapar de los pogromos en los países de mayoría cristiana. Los judíos romaniotas también habían dado forma al Imperio desde la Antigüedad. Luego, en los siglos XV y XVI, se produjo una inmigración masiva de judíos sefardíes después de que la Inquisición los expulsara de España y Portugal.

Estos refugiados se establecieron sobre todo en Constantinopla y Salónica, pero también en otras ciudades del Imperio, que se extendía por tres continentes. Fundaron sus comunidades, escuelas y sinagogas. Los rabinos cultivaron sus redes, escribieron responsas y fomentaron la siguiente generación de líderes religiosos. La mayoría de los judíos trabajaban en el mundo de los negocios, pero también eran respetados médicos, farmacéuticos y poetas. Los sefardíes se relacionaban con otros grupos de población, comerciaban con ellos y adoptaron características de la cultura otomana, como llevar fez, un cubrecabezas masculino. Sufrieron repetidamente durante las diversas guerras; por ejemplo, entre los Habsburgo y los otomanos, y más tarde durante las guerras de los Balcanes. Fueron exiliados y asesinados; sus sinagogas fueron destruidas, muchas fueron reconstruidas. La creciente presencia de judíos sefardíes condujo finalmente a la asimilación de los judíos romaniotas al sefardismo.

La República de Turquía ha establecido una narrativa apologética sobre el periodo otomano que incluye un enfoque de la judería otomana como una comunidad exitosa y protegida. Esto contrasta con el estatus de dhimmi y la violencia que sufrían las comunidades dhimmi en general. ¿Cómo tener una visión equilibrada y más adecuada de la relación entre la comunidad judía y el poder otomano?

En la historiografía se han establecido diversas narrativas sobre el dominio otomano: en las historiografías nacionales de los países europeos y árabes pertenecientes al Imperio Otomano de la época, los otomanos, o «turcos», son retratados como violentos gobernantes extranjeros sin tener en cuenta el papel desempeñado por sus aliados locales. Por el contrario, en el contexto del neo-otomanismo, el Imperio Otomano se interpreta como un modelo de coexistencia interreligiosa. Esto ignora o malinterpreta las desigualdades religiosas, los conflictos y los actos de violencia hacia los dhimmis. Corresponde a los historiadores mostrar los diferentes aspectos del dominio otomano hacia los dhimmis y no dejarse guiar por una historiografía politizada.

Básicamente, puede decirse que los judíos eran súbditos del Imperio Otomano que tenían que someterse para sobrevivir como comunidad. Lo frágil que era su posición lo demuestra, por ejemplo, el pogromo de Damasco de 1840, que no sólo reforzó el antisemitismo entre los cristianos, que iniciaron el pogromo, sino también entre la población musulmana. Sólo por esta razón, una narrativa puramente positiva sobre los dhimmis que vivían en el Imperio Otomano no se sostiene.  

Aunque el mundo árabe es predominantemente musulmán suní, sus minorías incluyen diversos grupos religiosos y nacionales. Según el punto de vista islamista, el Estado se basa en la religión. Esto demuestra la superioridad árabe sobre las minorías, lo que en el peor de los casos puede llevar a ataques contra judíos, cristianos y otros grupos o a la destrucción de sus lugares de culto, como ocurrió más recientemente en Egipto en otoño de 2017.

La vida judía otomana suele verse desde las biografías de rabinos, comerciantes y profesionales judíos de éxito, pero también se ha desarrollado una academia interesada en la vida cotidiana de los judíos alejados del poder, que nos muestra otras dinámicas judías otomanas. Cómo conciliar ambas visiones y, sobre todo, cómo reflexionar sobre las comunidades otomanas no musulmanas desde estos dos aspectos, uno cercano al poder y otro alejado de él.

La historiografía clásica se centra en los personajes públicos, no sólo por su fama, sino también porque las fuentes conservadas facilitan la investigación sobre la vida, el pensamiento y las acciones de individuos conocidos. Lo mismo ocurre con los judíos que estaban cerca del poder y cultivaban contactos personales con las autoridades otomanas y, a veces, incluso con el sultán. Por un lado, podían obtener beneficios personales de este estatus privilegiado; por otro, a menudo podían actuar como constructores de puentes entre los dos espectros, es decir, entre el centro del poder y sus súbditos. En los últimos años y decenios ha surgido cada vez más la cuestión de la vida cotidiana, que en muchos sentidos era un elemento de conexión entre las clases sociales. Esto conlleva estudios sobre la transferencia de conocimientos y cultura entre judíos, cristianos y musulmanes, incluida la música, la lengua y la cultura culinaria, pero también las costumbres en materia de vestimenta, que también estaban relacionadas con las prohibiciones político-religiosas de los otomanos.

Hoy la comunidad judía de la República de Turquía (como todas las comunidades no musulmanas) son vestigios de un pasado glorioso pero acosados por un islamismo promovido desde el poder. ¿Qué queda realmente de la comunidad judía turca y cuál cree que será su futuro?

La historia de los judíos en Turquía se remonta a la Antigüedad. Por ello, ciudades como Edirne, Esmirna, Estambul y Ankara son ricas en patrimonio cultural judío material e inmaterial. La sinagoga Romaniote Ahrida, por ejemplo, se construyó incluso antes de la conquista otomana de Constantinopla. A pesar de esta larga conexión histórica con el país, los judíos se enfrentan constantemente a nuevos retos.

Hoy viven en Turquía entre 10.000 y 15.000 judíos. Debido a la situación actual en Oriente Medio y al aumento del antisemitismo, la situación de los judíos en todo el mundo ha empeorado. Los judíos de Turquía también sufrirán estas circunstancias.

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