Homeland

Abr 11, 2024 | Uncategorized

Por Pablo Gabe

En este ensayo, el rabino Pablo Gabe plantea preguntas sobre la relación simbiótica entre el pueblo judío y su tierra, que la tradición sostiene pero invita a pensarla más allá de lo imprescindible o no del territorio para forjar una cultura

Pertenezco a una generación que se formó escuchando los relatos de los abuelos inmigrantes, aquellos que habiendo escapado de la guerra y el hambre en Europa, llegaron a América buscando encontrar la tierra que añoraban. La otra tierra, aquella en la que habían nacido y se habían criado pero de la cual debieron huir, sólo resultaba un recuerdo a través de historias pacientemente narradas, las cuales en su mayoría no eran felices. Mirando en perspectiva tengo el recuerdo de haber escuchado sus historias como si las mismas fueran experiencias superadas, aunque debo reconocer que hoy con el paso de los años ello podría haber sido una manera de olvidarse aquellas penas, o también protegernos de no transmitir los pesares que traían a cuestas. 

Nunca pregunté qué sentimientos les emergían acerca de aquellos lugares. Ninguno había regresado. Algunos por imposibilidades económicas. Otros, aun con los medios para poder hacerlo, se mantuvieron en la misma posición. Y como ocurre con los niños que tenemos ese mecanismo maravilloso que muchas veces nos libera de la pena dejando de lado esos recuerdos, pasó el tiempo y esas preguntas quedaron flotando. Aún así, con el paso de los años, esos recuerdos suelen volver y nos empujan hasta que logramos sacarlos y podemos visualizarlos desde otro lado. Es así que me pregunto: ¿qué significado habrá tenido la tierra para todos ellos? ¿Qué significa para nosotros?

La tierra no es solo el lugar en donde nacimos. Es el espacio físico que nos proporcionó el marco para nuestra primera infancia, para nuestra formación como individuos. Es en donde se nos brindaron las oportunidades de desarrollo y crecimiento en la construcción de nuestra vida. Puede ocurrir que el lugar de nacimiento no haya sido el mismo de la educación. O bien que nuestro desarrollo y crecimiento siendo adultos haya sido distinto al lugar del que nos formamos. No obstante, nuestro anclaje a determinados lugares resulta inexorable, aun cuando en nuestros tiempos, la movilización territorial resulta más frecuente que en el pasado.  

Si tan significativa es la relación entre la tierra y el individuo, mucho mayor resulta esta relación cuando hablamos de toda una civilización. Las sensaciones que nos despierta un territorio en un plano personal, aún en la facilidad para readaptarnos a los cambios de locación no resultan tan sencillos de analizar cuando nos referimos en cambio a todo un pueblo, por cierto milenario.

El pueblo judío, que para iniciarnos en comprender su historia debemos remitirnos a los primeros cinco libros de la Biblia (Pentateuco), posee una relación con la tierra prometida que si bien se ha alterado a lo largo de la historia, jamás ha sido interrumpida. Esta relación se inicia en los relatos del patriarca Abraham1, cuando se encamina hacia ella como la promesa de Dios en la que se formula que ‘a tu descendencia daré esta tierra’.2 Es a partir de esta experiencia que la tierra y el pueblo se unen en promesa. Uno es tal, en tanto esté el otro. Fue así que se mantuvo esta relación inclusive en el período de la esclavitud en Egipto3

Resulta que la historia suele ser más compleja. Establecido el pueblo judío en su territorio, los diferentes conflictos y las invasiones por parte de imperios armados derivaron en un primer exilio en Babilonia de cuarenta y ocho años. Si bien esta breve experiencia encontró un retorno a su tierra, una segunda provocó un quiebre en la manera de entender la experiencia religiosa. Poco antes del año 70, el imperio romano perpetró la invasión a la tierra y consecuente destrucción del Segundo Templo, generando así un prolongado y, por sobre todo, forzado exilio. ¿Qué hacer cuando la forma de vida que poseíamos estaba lo suficientemente anudada con un territorio en el cual ya no nos encontramos? ¿Debemos abandonar todo lo anterior y re-fundar una nueva civilización? ¿Tenemos que forzar un retorno inapelable a dicha tierra? Entendiendo que a un imperio no es fácil derrotar, la tradición judía encontró un punto intermedio entre ambas fuerzas.

La hermenéutica resulta fundamental a la hora de repensar los textos que dieron origen a una civilización, pero que necesariamente deben ser pensados desde contextos distintos a los originales. Así fue que devino la historia judía en la construcción de una tradición renovada.4 No puedo llamarla ‘post territorial’ porque la tierra prometida jamás dejó de estar presente en los trabajos de interpretación a manos de los sabios. La tierra de Israel en general y la ciudad de Jerusalén en particular, forman parte de la plegaria desde el momento en que la misma nació, del recuerdo y mención permanente en los textos. Pero por sobre todo, del anhelo de un pronto retorno a ese lugar que se nos había jurado y de la cual habíamos sido expulsados.

¿Resultan estos pasajes elementos sustanciales a la hora de establecer un acuerdo o negociación política por algún territorio? Absolutamente no. Aquello se debate en un plano distinto. Se trata, en cambio, de establecer parámetros intelectuales a través de los cuales poder conocer en primer lugar, para luego poder analizar y entender desde esta propia mirada, cuáles son los lazos establecidos entre el pueblo judío y su tierra. La información tiene ese mágico efecto que nos abre la mente a aquello que no conocíamos y luego, si tenemos honestidad intelectual, no nos podemos desentender.

Nuestro pasado en un plano personal nos ata a experiencias y lugares que necesitamos, si no retener, mantener en algún lugar de nuestra memoria. Los pueblos, para ser tales, requieren de una tierra para su autodeterminación. Negar ese derecho y promover su aniquilación resulta un postulado inaceptable. La necesidad de una tierra, sin importar los fines, es relevante para todos. Habrá que seguir reflexionando en ello.  

  1. Génesis 12 en adelante. ↩︎
  2. Génesis 12:7. ↩︎
  3. Éxodo, capítulos 1 al 12. ↩︎
  4. El Talmud en su extenso desarrollo es la obra fundamental para entender cómo todo se fue desarrollando en un contexto alternativo al cual le dio origen. ↩︎

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