JAD.- Muchas gracias, Pnina por darnos tu tiempo. Nos gustaría empezar conociendo un poco sobre tu biografía y trayectoria académica.
Pnina Motzafi-Haller.- Obtuve mi licenciatura en Sociología y Antropología en la Universidad Hebrea de Jerusalén y me fui a un programa de doctorado directo en la Universidad de Brandeis en Massachusetts en 1978. Sabía que quería situar mi investigación en África porque sentía que estudiar la sociedad israelí en ese momento sería extremadamente difícil debido a la perspectiva teórica modernista y francamente racista del marco académico utilizado en ese momento. Para una discusión más amplia sobre esta fase de mi vida, pueden ver mi ensayo «Writing Birthright» descargándolo aquí:
Mi trabajo de campo de doctorado se llevó a cabo en Botsuana a principios de la década de 1980. Recibí mi diploma de doctorado en 1988 y conseguí un puesto de tres años en la Universidad de Harvard. Regresé a Israel en 1995, publiqué mi libro sobre mi material de Botsuana en 2002 y comencé mi investigación israelí, la base de mi «Concrete Boxes: Mizrahi Women on Israel’s Periphery«, publicado por primera vez en hebreo en 2010. Los invito a leer mi próximo libro, que será publicado en hebreo, titulado Shkhordiniyut.
JAD.- Antes de abordar el tema de tu libro «Concrete Boxes: Mizrahi Women on Israel’s Periphery» nos gustaría que explicaras qué se entiende por «judíos mizrajíes» en Israel.
PMH.- Mizrají en hebreo significa “de Oriente”. Se convirtió en una categoría que sólo cobró sentido en la realidad israelí porque agrupaba a todos los judíos no europeos en esta categoría que era a la vez tanto una categoría étnica como de clase. Escribí sobre este proceso en muchas de mis publicaciones en inglés y hebreo. El término “mizrajim” reemplazó al término “sefaradim”, que sigue siendo de uso más común fuera de Israel.
JAD.- Como señalas en el libro, en la periferia suele haber marginación y múltiples formas de exclusión que forman lo que llamas una «caja de hormigón», que resulta ser muy diferente al «techo de cristal» del discurso feminista liberal. ¿Cuáles fueron las principales formas de exclusión y marginación a las que se enfrentaron las mujeres mizrajíes de la periferia israelí, y cómo el discurso feminista dominante no abordó esto en el caso israelí?
PMH.- Los mizrajím en Israel fueron enviados a la periferia del joven estado y forman, hasta el día de hoy, la mayoría de la población en ciudades en desarrollo y moshavim (pueblos) remotos. La periferia no es simplemente geográfica sino institucional. Se destinaron menos recursos a esta población marginada, y la privación sistemática se evidenció en el sistema educativo inferior, el desempleo o el empleo en trabajos manuales, la infraestructura descuidada, etc. La realidad de la segunda y tercera generación de hijos nacidos de inmigrantes mizrajíes de las décadas de 1950 y 1960 era terrible. Los pocos que escaparon (como Gila, cuya vida describo en el capítulo final del libro) luchan con la vergüenza y dejan atrás a aquellos que no pudieron ascender en la escalera económica. El proceso para las mujeres no solo involucró las barreras étnicas y de clase, sino también las exclusiones de género: se les capacitaba para ser peluqueras o trabajadoras de fábricas con salario mínimo.
Los principales discursos e investigaciones israelíes que se iniciaron a mediados de la década de 1970 nunca examinaron las vidas de estas mujeres mizrajíes de clase trabajadora y permanecieron centrados en las mujeres asquenazíes de clase media y sus luchas para convertirse en mujeres pilotos de la Fuerza Aérea israelí o romper el techo de cristal en sus carreras corporativas.
JAD.- ¿Esta agencia individual también tiene algún impacto en la estructura de exclusión y marginación?
PMH.- Puede que no sea el caso. Mi argumento es más complejo pues debemos comprender su perspectiva sobre sus vidas y evitar colocarlos en un modelo liberal heroico de resistencias que cambian estructuras más grandes. En el capítulo de cierre del libro abordo este tema de manera más profunda. Los invito a leerlo y ver la complejidad que involucra.
JAD.- ¿Cómo ha evolucionado la situación de la población mizrají en general y de las mujeres mizrajíes en particular en Israel desde los años 50 hasta nuestros días?
PMH.- El libro es una etnografía detallada que se centra en las hijas de los migrantes mizrajíes de la década de 1950. La historia de la primera generación no se esboza aquí. Con todo, fueron criados en Israel con la idea dominante de que «todos somos judíos» y, por lo tanto, la movilidad social y económica estaba abierta y al alcance de todos. Se dice que la generación de migrantes de más edad no ha tenido educación formal. La pregunta crítica es, por lo tanto, ¿por qué la generación educada aquí en Israel no logró escapar de la posición marginada de sus padres mizrajíes?
El argumento principal es que las políticas israelíes produjeron activamente la baja etno-clase mizrají. Si algunos (claramente no todos, como muestro en el libro) de los inmigrantes (olim) de la década de 1960 llegaron con habilidades limitadas y sin educación formal y desde ahí se justificaba su marginación, ¿por qué la generación que fue educada y criada en Israel sigue encerrada en la parte inferior de la jerarquía de clases?
JAD.- En América Latina existen importantes comunidades judías mizrajíes. ¿Cuál sería tu mensaje para las mujeres judías mizrajíes latinoamericanas sobre tu libro y la importancia de conocerlo?
PMH.- Si a los judíos que tienen su origen en tierras árabes y se asentaron en América Latina les va bien —como pasó con la historia de los judíos marroquíes en Francia—, entonces mi libro y mi análisis presentan la lección de que no hay nada atrasado en el origen mizrají y que la historia sionista israelí ha creado la continua marginación de las mujeres mizrajíes. Esta conclusión es triste y dolorosa, y presenta una crítica de la esperanzadora historia israelí a futuro. En el lado positivo, muestro cómo las mujeres marginadas en tantos frentes tuvieron la creatividad y la fuerza vital para dar forma a vidas significativas. A pesar de sus desventajas, muestro cómo no son víctimas y ofrezco una mirada empática a sus vidas.
JAD.- Cuéntanos un poco sobre la «conexión entre la estructura de la erudición israelí y el tipo de conocimiento sesgado producido sobre las mujeres mizrajíes», como señalas en tu CV, y cómo se repite esa situación en tus otros proyectos de investigación en Botsuana e India.
PMH.- Veo una continuidad en mi trabajo en los tres continentes. En África, Israel e India, pues siempre exploro los patrones de desigualdad. Ofrecí un análisis que comienza desde abajo, desde la vida cotidiana de las personas que ocupan la parte inferior de la escala económica. El análisis social ignora esta perspectiva y se centra en macroprocesos más amplios más que en la vida de los hombres. En ese caso, borra la experiencia y la agencia de un gran segmento de la población, para el que la visión sociológica macroanalítica, al no centrarse en el ser humano, es irrelevante.
JAD.- Tu investigación actual se centra en Rajastán, India, donde aborda la «etnografía nómada» de poblaciones como los Banjara. Cuéntanos un poco sobre ella.
PMH.- Comencé mi investigación en Rajastán, India, en colaboración con una profesora india en 2006 y luego regresé para un viaje de campo más corto que duró de uno a tres meses cada uno en los siguientes siete años. Rastreé un grupo de poblaciones nómadas urbanas llamadas Banjara que eran un segmento de la categoría más grande conocida peyorativamente en Europa como gitanos. Debido a que se movían de un campo a otro, tuve que moverme y desarrollar una nueva metodología que imitara sus vidas convirtiéndome yo misma en un «etnógrafa nómada». Situé mi novedoso modelo epistemológico dentro de la literatura sobre la movilidad y los cambios en los métodos etnográficos desde finales de la década de 1990.
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